Un año más, llegó el momento de nuestra cita anual con la hacienda pública. Es el momento de comprobar si hemos pagado más de lo que nos correspondía y, por lo tanto, el Estado nos tiene que devolver la diferencia o, por el contrario, si hemos pagado de menos y tenemos que ajustar nuestra contribución.
Como suele decirse habitualmente, el refranero español es muy rico, más aún si hablamos de finanzas o economía en general. Cuantas veces habremos escuchado, sobre todo de pequeños, aquello de “El que algo quiere, algo le cuesta”, o la advertencia de que “Quién mucho abarca, poco aprieta”, o la también recurrente de “A río revuelto, ganancia de pescadores.”
¿Me lo compro o no me lo compro? ¿Voy o no voy? ¿Lo hago o no lo hago? A lo largo del día, tomamos miles de decisiones sin que seamos realmente conscientes de ello. Decisiones que, aunque podamos pensar lo contrario, no siempre están guiadas por la más pura racionalidad ya que las emociones tienen en estos casos una fuerza demostrada.
A través de los medios de comunicación, en la publicidad y en las redes sociales, a diario somos bombardeados con un sinfín de conceptos nuevos a los que terminamos acostumbrándonos, pero ¿sabemos realmente lo que significan?
El cambio de año suele ser el momento en el que todos hacemos examen de las decisiones tomadas y, sobre todo, nos marcamos una serie de propósitos que, en su mayoría, no pasan del mes de febrero.
La cuesta de enero es el nombre que recibe el alza en los precios que suele acompañar cada inicio de año. Tradicionalmente, en el 1 de enero se suelen aplicar las subidas de los servicios más habituales de la familia, por lo que se inicia el año teniendo que asumir un coste más elevado de la vida.
Cuando te dispones a firmar una hipoteca, lo más habitual es que la entidad prestataria proponga la contratación de un seguro. Si bien, no es obligatorio la contratación de este tipo de productos financieros, también es cierto que en la mayoría de las ocasiones, la contratación del seguro supone una rebaja en el diferencial del tipo de interés que se aplica, por lo que suele resultar interesante.
La costumbre de no hablar de dinero delante de los niños ha quedado desfasada. Al contrario, a los niños hay que inculcarles el valor del dinero y, sobre todo, el del ahorro como el camino adecuado para la consecución de sus objetivos.
“Yo de finanzas sé poco”. Lamentablemente, esta respuesta sigue siendo demasiado habitual entre los ciudadanos, a pesar de la importancia de saber gestionar nuestro dinero para asegurar la tranquilidad financiera de las familias.