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En los últimos meses hemos leído abundantemente la opinión de expertos que avisan sobre las consecuencias nefastas que puede tener la Inteligencia Artificial sobre la sociedad.
Y de fondo de alguna de esas apocalípticas advertencias suena la música de aquella canción que en los años 80 ya nos decía que el vídeo mataría la estrella de la radio (Video killed the radio star), melodía que no ha pasado de ser una magnífica banda sonora, reflejo de una época, pero que ningún éxito ha tenido desde el punto de vista de la predicción.
A día de hoy, resulta realmente complicado establecer unos riesgos claros sobre las consecuencias que la Inteligencia Artificial pueda tener sobre la sociedad. Lo lógico, como ha ocurrido siempre que ha habido un elemento disruptivo en la evolución humana, será esperar a ver su utilización concreta, en servicios y actividades concretas, que puedan resultar beneficiosas para el ser humanos y que permitan valorar sus posibles consecuencias negativas. Posteriormente, las administraciones deberán establecer un marco jurídico adecuado para garantizar el uso y disfrute de los beneficios que aporte la nueva tecnología y reducir al mínimo los posibles riesgos que su uso comporte.
En cualquier caso, mientras se lanzan las agoreras advertencias, la Inteligencia Artificial está ya presente en nuestras vidas de un mucho incluso más intenso del que realmente somos conscientes. Principalmente a través del smartphone, la Inteligencia Artificial ha entrado en nuestras vidas para ayudarnos a seleccionar las palabras adecuadas en un mensaje, las fotos que podemos recordar de viajes anteriores o los mejores productos que se adaptan a nuestras necesidades y gustos. Pero también nos ayuda en la prestación de servicios por su capacidad para la realización de una ingente cantidad de operaciones en una fracción de tiempo imposible de imaginar. Esa tremenda capacidad operacional se pone ahora a disposición del ser humano para poder facilitar de manera disruptiva cualquier servicio o negocio.
Si ponemos la lupa en el ámbito financiero, la prestación de un servicio como sería la concesión de un préstamo requería hace no tanto un proceso largo y minucioso que pasaba por recopilar una serie de documentación que justificara una situación económica determinada, y un proceso de evaluación y concesión interna por parte de la entidad que también requería de un tiempo determinado. Entre medias, varias personas debían participar en el proceso y requería del cliente una recopilación de datos y varias visitas a la oficina bancaria. Pues bien, todo ese proceso se puede realizar hoy día por medios digitales y en tan sólo unos minutos, gracias a la capacidad de computación de que disponemos actualmente.
Y este es sólo un ejemplo, las posibilidades de ahorrar esfuerzos, inversión y tiempo será aplicable a todos los ámbitos de la vida, a los privados y a los colectivos, y siempre con el objetivo de facilitar la vida de las personas.
En definitiva, la Inteligencia Artificial supondrá para la humanidad un salto similar al del descubrimiento de la escritura o la aparición de la imprenta. Un salto evolutivo que tendrá sus luces y sus sombras, que habrá que vigilar para controlar un uso racional de las tecnologías, pero que, a larga, supondrá ascender un peldaño más en la evolución humana.
